Sesgo de confirmación y sesgo de grupo: cómo moldean nuestra manera de ver el mundo

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“El ojo solo ve lo que la mente está preparada para comprender.”

Henri Bergson

Vivimos convencidos de que vemos la realidad tal cual es. Sin embargo, la psicología cognitiva y social lleva décadas demostrando que nuestra mente no funciona como una cámara que capta lo que ocurre de manera objetiva. Al contrario: lo que percibimos, interpretamos y recordamos está profundamente filtrado por atajos mentales, creencias previas y dinámicas sociales (puedes leer aquí sobre los sesgos y cómo influyen en nuestras decisiones).

Dos de los sesgos más influyentes —y al mismo tiempo más invisibles— son el sesgo de confirmación y el sesgo de grupo. Ambos actúan en silencio, día tras día, condicionando nuestras decisiones, nuestras relaciones personales, nuestras conversaciones e incluso nuestra visión del mundo.

Comprenderlos no solo es un ejercicio intelectual: es una herramienta de autoconciencia que nos ayuda a tomar decisiones más equilibradas, a comunicarnos mejor y a generar vínculos más justos.

El sesgo de confirmación: el filtro invisible de nuestras creencias

El sesgo de confirmación es la tendencia a buscar, interpretar y recordar solo aquella información que refuerza nuestras creencias preexistentes, al mismo tiempo que ignoramos, desestimamos o incluso rechazamos lo que las contradice.

En otras palabras, seleccionamos la parte de la realidad que nos conviene para seguir teniendo razón.

Ejemplos cotidianos

  • En política: una persona que simpatiza con un partido buscará noticias que lo dejen bien, compartirá artículos que lo refuercen y pondrá en duda cualquier crítica hacia él.
  • En salud: alguien que cree en un remedio “milagroso” tenderá a leer solo testimonios positivos y a descartar estudios científicos que lo contradicen.
  • En relaciones personales: cuando pensamos que alguien “no nos soporta”, interpretamos cualquier gesto neutro como confirmación de esa idea.

¿Por qué ocurre?

Nuestro cerebro busca coherencia interna. Sentir que tenemos razón nos da seguridad y reduce la incomodidad de la duda. La psicología llama a esto “disonancia cognitiva”: cuando la realidad contradice nuestras creencias, sentimos malestar, y el sesgo de confirmación nos protege filtrando la información que lo genera.

Impacto en el día a día

  1. Decisiones poco objetivas: un líder que solo escucha a quienes confirman su visión puede cometer errores estratégicos graves.
  2. Estancamiento personal: al evitar la confrontación con ideas distintas, dejamos de aprender y de ampliar perspectivas.
  3. Comunicación sesgada: en discusiones, más que escuchar, buscamos “ganar”, reforzando nuestro punto de vista.
  4. Efecto burbuja: las redes sociales, con sus algoritmos, potencian este sesgo mostrándonos solo lo que queremos ver.

Como consecuencia, nuestra realidad se vuelve una “cámara de eco” donde oímos repetido lo que ya pensamos, pero dejamos de ver el mundo en toda su complejidad.

Cómo ser más conscientes del sesgo de confirmación

  1. Practicar la duda activa: preguntarnos “¿y si estoy equivocado?” o “¿qué evidencia refuta mi punto de vista?”.
  2. Exponernos a opiniones contrarias: leer autores con los que no estamos de acuerdo, conversar con personas de otras posturas, escuchar activamente.
  3. Valorar la incomodidad: aceptar que cambiar de opinión no es debilidad, sino crecimiento.
  4. Aplicar pensamiento crítico: basar decisiones importantes en datos variados, no solo en la intuición o la validación de nuestro círculo.

El sesgo de grupo: nosotros contra ellos

El sesgo de grupo (también llamado “endogrupal”) describe nuestra tendencia a favorecer a quienes sentimos como parte de nuestro grupo, ya sea por afinidades, ideología, procedencia, gustos o cualquier otro factor, y, al mismo tiempo, a desconfiar o valorar menos a los “otros”.

En esencia, dividimos el mundo en “nosotros” y “ellos”.

Ejemplos cotidianos

  • En el trabajo: confiar más en un compañero que estudió en nuestra misma universidad, aunque otro tenga mejores argumentos.
  • En deporte: justificar las faltas del equipo que apoyamos, pero criticar las mismas acciones del contrario.
  • En familia: defender automáticamente a un hermano en una discusión externa, aunque no tenga razón.
  • En redes sociales: unirnos a comunidades de afinidad (gamers, fans de un artista, profesionales de un área) y ver con recelo a quienes piensan distinto.

¿Por qué ocurre?

Desde la psicología social, se ha demostrado que las personas buscan identidad y pertenencia. Sentirnos parte de un grupo refuerza nuestra autoestima y nos da seguridad. Tajfel y Turner, con la teoría de la identidad social, mostraron que basta con dividir a personas en grupos aleatorios para que empiecen a mostrar favoritismo hacia “los suyos”.

Impacto en el día a día

  1. Prejuicios y discriminación: la división entre “nosotros” y “ellos” puede derivar en estereotipos negativos, exclusión o incluso conflictos sociales.
  2. Decisiones poco justas: al favorecer automáticamente a “los nuestros”, podemos ser injustos con quienes no pertenecen al grupo.
  3. Efecto tribal en organizaciones: los equipos pueden priorizar sus intereses frente a los de la organización global.
  4. Polarización social: la política y las redes sociales intensifican este sesgo, creando bandos irreconciliables.

El sesgo de grupo puede ser útil en contextos de cooperación, al reforzar el sentido de equipo, pero también puede ser muy peligroso cuando alimenta prejuicios, desigualdad o conflictos.

Cómo ser más conscientes del sesgo de grupo

  1. Ampliar los límites de “nuestro grupo”: reconocer que todos compartimos una humanidad común, aunque tengamos diferencias.
  2. Buscar perspectivas externas: valorar las aportaciones de quienes no son “de los nuestros”.
  3. Cuestionar favoritismos automáticos: preguntarnos si apoyamos a alguien por sus méritos o solo por afinidad.
  4. Fomentar la diversidad: rodearnos de personas distintas a nosotros, en cultura, pensamiento y experiencias, para entrenar la apertura.

Cuando los sesgos se combinan

Lo interesante es que el sesgo de confirmación y el sesgo de grupo suelen alimentarse mutuamente.

  • En una discusión política, no solo buscamos información que confirme lo que ya creemos (sesgo de confirmación), sino que también desconfiamos automáticamente de los datos que provienen del “otro bando” (sesgo de grupo).
  • En una empresa, podemos rodearnos de colaboradores que piensan igual que nosotros y que además forman parte de nuestro “círculo cercano”, reforzando la ceguera colectiva.

El resultado: una realidad fragmentada, polarizada y cada vez más alejada de la complejidad del mundo.

La clave: pasar de la inconsciencia a la consciencia

Los sesgos cognitivos y sociales son mecanismos automáticos. No se trata de eliminarlos, eso es imposible, sino de hacerlos visibles. Solo cuando los reconocemos en acción podemos decidir si seguirles el juego o contrarrestarlos.

Algunas prácticas útiles:

  • Mindfulness y autorreflexión: detenernos un momento a observar nuestras reacciones.
  • Preguntar y escuchar: abrir un espacio para comprender la visión del otro sin juzgarla de inmediato.
  • Diálogo honesto en equipos: hablar de los sesgos como parte natural de la toma de decisiones colectivas.
  • Formación en pensamiento crítico: aprender a contrastar fuentes y a valorar la evidencia desde múltiples ángulos.

Terminando…

El sesgo de confirmación y el sesgo de grupo son como gafas invisibles que distorsionan lo que vemos. Nos hacen sentir seguros, reforzados y parte de un “nosotros”, pero también pueden encerrarnos en burbujas, hacernos injustos y alejarnos de la realidad.

Ser consciente de ellos no nos vuelve inmunes, pero sí nos otorga una herramienta poderosa: la capacidad de elegir. Elegir escuchar al que piensa distinto. Elegir dudar de nuestras certezas. Elegir ampliar la idea de quién forma parte de “nuestro grupo”.

En última instancia, la conciencia de estos sesgos nos invita a un acto de humildad: reconocer que no vemos el mundo tal cual es, sino tal cual somos. Y desde ahí, construir una mirada más amplia, justa y humana.

Estos son solo dos de los muchos sesgos que influyen en nuestra manera de pensar y relacionarnos. La lista es extensa y fascinante: sesgo de anclaje, efecto halo, sesgo de disponibilidad, entre otros. Cada uno actúa de forma distinta, pero todos comparten un mismo poder: condicionan nuestras decisiones sin que nos demos cuenta. Si quieres que te cuente más sobre ellos en próximos posts, déjamelo en comentarios.

¡Feliz miércoles!

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