Pensar por analogía: cómo las palabras y las imágenes despiertan la creatividad

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“La creatividad consiste en conectar cosas.”

 Steve Jobs

La creatividad no surge de la nada. Necesita fricciones, conexiones improbables, asociaciones que obliguen al cerebro a mirar desde otro ángulo.

Dos herramientas sencillas y potentes para provocar ese tipo de pensamiento son las analogías de palabras y las analogías visuales. Ambas parten de un principio común: cuando cambiamos el punto de vista, cambian las ideas que somos capaces de imaginar.

¿Qué es pensar por analogía?

Pensar por analogía es encontrar relaciones entre cosas aparentemente distintas. Es la base de gran parte del pensamiento creativo: ver en un pulpo una metáfora de la flexibilidad, o en una carrera una idea de progreso y esfuerzo.

La analogía nos permite romper los marcos lógicos habituales y explorar asociaciones que, aunque parezcan absurdas, desbloquean nuevas conexiones neuronales.

En la práctica creativa, esto se traduce en ejercicios donde tomamos un elemento —una palabra o una imagen— y lo usamos como detonante para pensar sobre otro tema. Así, convertimos un estímulo ajeno en una fuente inesperada de ideas.

Analogía de palabras: dejar que el lenguaje nos inspire

Cómo funciona

La dinámica de analogía de palabras consiste en elegir una palabra al azar, un nombre, verbo o adjetivo, que no tenga relación directa con el tema que queremos trabajar. Cuanto más ajena sea, mejor.

A partir de ahí, se genera una “lluvia de palabras” con todas las asociaciones que vengan a la mente respecto a esa palabra inicial. Luego, se cruzan esas ideas con el tema que se desea explorar.

Por ejemplo:

Tema: “Aumentar las ventas de un producto.”
Palabra al azar: pulpo.

De pulpo pueden surgir términos como tentáculos, tinta, mar, ventosas, movimiento, flexibilidad, verano, bucear…

Y de ahí podrían nacer ideas como:

  • “Lanzar una campaña de verano que invite a probar nuevos productos.”
  • “Crear un boletín con consejos personalizados, como los tentáculos que llegan a cada cliente.”
  • “Ofrecer demostraciones prácticas (ventosas) que permitan al cliente sentir el producto antes de comprar.”

El proceso no busca respuestas racionales, sino asociaciones libres. El objetivo no es “adivinar” la idea correcta, sino descubrir caminos que no habríamos recorrido con el pensamiento lineal.

Cómo se ejecuta

  1. Define el reto creativo. Qué quieres resolver, mejorar o inventar.
  2. Elige una palabra al azar. Puedes abrir un diccionario, pedirle a alguien que diga una palabra sin pensar o usar un generador aleatorio.
  3. Haz una lluvia de palabras asociadas. Anota todo lo que te venga a la mente respecto a esa palabra, sin censura ni filtros.
  4. Busca conexiones con tu reto. Revisa la lista y empieza a combinar ideas: ¿qué te sugiere aplicar esa palabra o esa imagen mental al problema que tienes?
  5. Selecciona y concreta. De las asociaciones más curiosas o potentes pueden salir soluciones sorprendentes.

La duración ideal ronda los 20 a 30 minutos, y funciona bien tanto individualmente como en grupo.

Cuándo usarla

  • Cuando un equipo está bloqueado o repitiendo ideas de siempre.
  • Cuando se necesita romper patrones de pensamiento lógico.
  • En fases tempranas de ideación, antes de entrar en la evaluación o el filtrado de ideas.
  • Para preparar sesiones de innovación, naming, campañas o soluciones no convencionales.

Es especialmente útil en entornos donde la creatividad debe equilibrarse con la estructura: equipos de diseño, innovación, marketing o incluso estrategia empresarial.

Qué se obtiene de ella

  • Perspectivas nuevas. Al introducir una palabra externa, obligas al cerebro a buscar vínculos fuera del marco habitual.
  • Mayor libertad. El juego con el lenguaje estimula el hemisferio derecho, asociado a la intuición y la imaginación.
  • Conexiones insospechadas. Lo que empieza como una metáfora puede acabar siendo una solución realista.
  • Riqueza semántica. Amplía el vocabulario y la sensibilidad simbólica del grupo.

En suma, la analogía de palabras nos enseña a ver el mundo a través del lenguaje, y cómo ese lenguaje, cuando se libera, se convierte en motor creativo.

Analogía visual: pensar con imágenes

Las analogías visuales funcionan de forma similar, pero cambian el estímulo: en lugar de una palabra, utilizamos una imagen.

Puede ser una fotografía, una pintura, un fotograma, una ilustración… lo importante es que no tenga relación directa con el tema sobre el que queremos generar ideas.

Cómo se ejecuta

  1. Elige una imagen al azar. Puede venir de una revista, un libro, una base de datos o incluso una foto tomada al azar con el móvil.
  2. Anota las palabras que te sugiere. Colores, emociones, acciones, metáforas, sensaciones.
  3. Relaciona esas palabras con tu reto. ¿Qué vínculo encuentras entre lo que ves y lo que quieres resolver?
  4. Genera ideas a partir de esas conexiones. Sin juzgar, sin analizar demasiado.
  5. Repite con otra imagen si necesitas más estímulos.

El ejercicio puede hacerse en solitario o en grupo. En grupo, cada participante trabaja con una imagen diferente, y luego se ponen en común las ideas surgidas.

Ejemplo

Supongamos que el reto es “mejorar la experiencia del cliente en tienda”, y la imagen que elegimos es la de una maratón.

De esa imagen pueden surgir palabras como esfuerzo, meta, equipo, hidratación, motivación, ritmo, público, celebración…
Y esas palabras podrían inspirar ideas como:

  • Crear un “punto de meta” en la tienda donde el cliente celebre su compra.
  • Diseñar un programa de fidelización que premie la constancia (kilómetros recorridos).
  • Incorporar estaciones de descanso o degustación para “recargar energía” durante el recorrido por la tienda.

La analogía visual, como ves, activa la emoción antes que la razón. Nos obliga a traducir imágenes en ideas, y ese salto entre sentidos abre espacio a la imaginación.

Cuándo usarla

  • En momentos donde se busca inspiración emocional o sensorial, no solo racional.
  • Cuando el lenguaje se ha agotado y hace falta un detonante más intuitivo.
  • En equipos multidisciplinares, donde las imágenes permiten conectar a personas con diferentes niveles de verbalización o dominio técnico.
  • En fases de exploración de marca, storytelling, diseño de experiencias o creatividad visual.

Qué se obtiene de ella

  • Imágenes mentales poderosas. Las ideas que nacen de una emoción o metáfora visual tienden a ser más memorables.
  • Conexión sensorial. Involucra más canales de percepción: vista, emoción, memoria.
  • Lenguaje común. Las imágenes sirven como puente cuando las palabras dividen.
  • Innovación conceptual. Permite descubrir nuevos símbolos, metáforas y narrativas visuales aplicables a productos o marcas.

Qué las une (y qué las diferencia)

Ambas técnicas comparten el mismo propósito: romper los esquemas habituales de pensamiento y abrir nuevas rutas mentales.
Sin embargo, difieren en el canal de entrada:

AspectoAnalogía de palabrasAnalogía visual
EstímuloVerbalVisual
ActivaLógica y semánticaEmocional y sensorial
Ideal paraBrainstormings estructurados, ideas de producto, estrategiasStorytelling, branding, diseño, experiencias
Resultado típicoListas de conceptos o eslóganesImágenes, metáforas o narrativas
RiesgoQuedarse en lo literalPerder foco si la imagen distrae

Combinarlas es aún más potente. Por ejemplo, se puede partir de una imagen para generar palabras, y luego usar esas palabras para construir analogías nuevas. El flujo entre ambos hemisferios —izquierdo y derecho— se equilibra, y el pensamiento se expande.

Cuándo aplicarlas (y cuándo no)

Estas técnicas son más efectivas:

  • Al inicio de proyectos creativos o estratégicos.
  • Cuando el grupo necesita desbloquearse o romper inercias.
  • En sesiones breves (20–30 minutos) para mantener energía y ritmo.
  • Cuando se busca calidad a través de cantidad: generar muchas ideas antes de filtrarlas.

Y menos útiles:

  • En etapas de ejecución o validación, donde se requieren decisiones concretas.
  • Cuando el grupo busca consenso inmediato: la analogía invita al caos controlado, no a la homogeneidad.
  • Si hay prisa por resultados: necesitan espacio para madurar.

Qué podemos potenciar con ellas

Aplicadas con frecuencia, las analogías no solo generan ideas: entrenan la mente creativa.
Permiten cultivar:

  • Flexibilidad cognitiva. Aprender a ver un problema desde múltiples perspectivas.
  • Pensamiento lateral. Salir del camino más obvio para explorar rutas inusuales.
  • Tolerancia a la ambigüedad. No buscar certezas inmediatas, sino abrir la pregunta.
  • Capacidad metafórica. Traducir lo abstracto en algo tangible y comunicable.
  • Colaboración creativa. Al trabajar en grupo, cada persona aporta asociaciones distintas, y de esa diversidad nace la innovación.

Además, sirven como herramienta pedagógica, terapéutica o de coaching: ayudan a visualizar problemas, redefinir creencias o desbloquear emociones desde otro prisma.

Terminando…

Las analogías de palabras y visuales son dos formas de activar el pensamiento divergente. No necesitan herramientas sofisticadas, solo curiosidad y disposición a jugar. Bajo su aparente sencillez esconden una verdad profunda: la creatividad florece cuando nos permitimos mirar lo familiar con ojos extraños.

Un diccionario, una revista o una fotografía cualquiera pueden convertirse en una puerta abierta a lo nuevo. Porque, al final, crear no siempre es inventar desde cero.
A veces, basta con conectar lo que ya existe de una forma que nadie había visto antes.

¿Quieres probarlo?
Elige una palabra al azar, por ejemplo, puente, o una imagen que te inspire.
Pregúntate:

“¿Qué tiene esto que ver con mi reto actual?”
Y deja que la respuesta, aunque absurda, empiece a tirar del hilo.

¡Feliz miércoles!

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