“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.”
Madre Teresa de Calcuta
Hay días que se quedan grabados en el corazón, días que no se olvidan porque trascienden lo cotidiano y nos recuerdan lo verdaderamente importante. El taller de The Pink Force al que tuve la suerte de facilitar a la comunidad, asistir y contribuir junto con Agile Spain es, sin duda, uno de esos momentos que guardaré siempre conmigo.
Cuando tuvimos la idea de hacer este taller, sabía que era una iniciativa bonita, pero no imaginaba la magnitud de lo que significaba hasta que estuve allí. El objetivo de The Pink Force es tan claro como inspirador: construir 3.000 robots para 3.000 niños con cáncer, porque cada uno de esos robots no es solo un objeto, sino un mensaje de esperanza, compañía y alegría.
En ese instante comprendí que cada tornillo, cada pieza, cada paso del proceso, tenía un sentido mucho más profundo: hacer feliz a un niño que está atravesando una situación tremendamente dura.
No es solo eso, que además, también tienen el objetivo de cumplir el último sueño/deseo de niños en estado paliativo y eso si me hizo llorar.
Desde Agile Spain (asociación de la que soy vicepresidenta) pudimos contribuir con la construcción de dos robots. Puede parecer una cifra pequeña frente al reto global, pero detrás de cada robot hay un niño, una sonrisa, una historia. Por eso sentí que ese pequeño granito de arena era, en realidad, inmenso.
Y lo mejor de todo es que este es solo el comienzo: espero y deseo que en el futuro podamos aportar mucho más, porque causas como esta nos recuerdan que la agilidad no es solo una forma de trabajar, sino también una manera de poner nuestras capacidades al servicio de lo humano.
Uno de los momentos que más me emocionó fue ver a mi amigo Domingo contando la historia detrás de The Pink Force y de los R2-KT. Lo hizo con una pasión y un compromiso que traspasaban la sala, recordándonos por qué estábamos allí. También me conmovió ver cómo Andoni recibía el apoyo y la ayuda para hacer realidad algo tan grande, tan necesario. En esos instantes me sentí muy orgullosa de mis amigos, de su entrega, y también de poder estar a su lado, formando parte de algo que iba mucho más allá de un simple taller. De algo mucho más grande que nosotros mismos.
Quiero detenerme aquí, porque para mí fue importante: sentí orgullo de Agile Spain. Orgullo de tener la suerte de contar con un altavoz que me permite, de alguna manera, amplificar estas historias, darles visibilidad y ayudar a que más personas se sumen. No siempre somos conscientes del impacto que tienen nuestras acciones colectivas, pero ese día lo vi con claridad: juntos podemos hacer que una iniciativa crezca, que llegue más lejos, que toque más vidas.
El taller en sí fue precioso. Entretenido, dinámico, pero con un trasfondo que lo llenaba de un significado muy especial. No era solo “construir un robot”. Era construir esperanza. Cada movimiento de las manos iba acompañado de un pensamiento: “esto es para un niño”, “esto es para arrancarle una sonrisa”, “esto es para recordarle que no está solo”. Y esa certeza lo cambiaba todo.
Confieso que hubo momentos de angustia también. Porque cuando miras el objetivo, 3.000 robots, 3.000 niños, no puedes evitar pensar en lo grande del reto, en lo difícil que es, en el dolor que hay detrás de cada número. Pensé en esos niños, en sus familias, en lo injusto de la vida a veces. Y esa mezcla de orgullo y angustia me atravesó, pero al mismo tiempo me dio más fuerza. Porque cada robot no es una solución a todo ese dolor, pero sí es una luz, un gesto, un abrazo en forma de metal y circuitos.
Al terminar el día, lo que quedó en mí fue una sensación de plenitud. La plenitud de saber que había puesto mi granito de arena, que había aportado, aunque fuese un poquito a un objetivo tan grande y tan hermoso. Pocas veces he sentido algo tan claro: estaba donde tenía que estar, haciendo lo que tenía que hacer.
Quiero aprovechar este espacio personal no solo para contar lo que viví, sino también para agradecer. Gracias a Domingo, por inspirar con sus palabras y recordarnos el poder de las historias. Gracias a Andoni, por la visión y la valentía de impulsar una iniciativa como The Pink Force. Y gracias a Agile Spain (Iratxe, Adri, Carla), por darme/darnos la oportunidad de participar, de visibilizar esta causa y de recordarnos que la agilidad también puede construir sonrisas.
Me quedo con la certeza de que no fue un día cualquiera. Fue un día de unión, de comunidad, de propósito compartido. Y, sobre todo, un día en el que comprendí que, aunque nuestro aporte pueda parecer pequeño, tiene la capacidad de transformar el mundo de alguien. Porque cuando un niño recibe su robot y sonríe, toda la energía, el tiempo y el esfuerzo que hemos puesto valen infinitamente la pena.
Terminando…
Si quieres conocer más sobre la historia de The Pink Force, de los R2-KT y de cómo fue este viaje colectivo desde la mirada de Agile Spain, te invito a leer el post oficial que hemos compartido en nuestra web. Allí encontrarás más detalles sobre el camino recorrido y sobre cómo cada uno puede contribuir a este sueño tan necesario:
👉 Construyendo sonrisas: nuestra experiencia con The Pink Force y los R2-KT
Y si quieres aportar personalmente y colaborar con esta preciosa iniciativa, también puedes hacerlo directamente desde su web oficial:
Ese día me sentí orgullosa, plena y agradecida. Y hoy, al recordarlo y escribir estas líneas, vuelvo a sentir lo mismo. Ojalá que este sea solo el comienzo de una larga historia de robots, de sonrisas y de esperanza compartida.
Os dejo a continuación, fotos del taller, espero que, en el futuro, pueda contribuir de manera más activa:
Y si quieres ver más, aquí puedes hacerlo.
Desde aquí Andoni no dudes tienes mi altavoz, y ayuda siempre a la causa, gracias por todo el trabajo que haces.