Las 5 esferas de las emociones de Solovey: una brújula para entendernos mejor

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“Conocerse a uno mismo es el principio de toda sabiduría.”

Aristóteles

Cuando hablamos de emociones solemos quedarnos en lo básico: alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa… Sin embargo, el campo de la inteligencia emocional nos muestra que las emociones son mucho más complejas y abarcan distintas dimensiones de nuestra vida.

Entre los modelos que ayudan a comprender este entramado emocional destaca el de Rafael Bisquerra y Natalio Extremera, que, inspirados en la teoría socioemocional de Solovey y Mayer, proponen un enfoque basado en cinco grandes esferas emocionales. Estas esferas funcionan como un mapa que nos orienta a identificar, comprender y gestionar lo que sentimos en diferentes áreas de nuestra vida.

A continuación, vemos cada una de estas cinco esferas, qué significan, cómo influyen en nuestra vida cotidiana y por qué resultan esenciales para nuestro bienestar y desarrollo personal.

1. Esfera intrapersonal: la relación conmigo mismo

La primera esfera es la intrapersonal, es decir, la relación que cada persona mantiene consigo misma. Aquí se sitúan habilidades como la autoconciencia emocional, la autoestima y la autocomprensión.

Tener una buena gestión de esta esfera significa ser capaz de identificar nuestras emociones, ponerles nombre y entender de dónde vienen. Por ejemplo, reconocer que la “irritación” que sentimos no es contra un compañero de trabajo, sino contra una situación de sobrecarga laboral, cambia por completo la forma en que reaccionamos.

La esfera intrapersonal también implica autocontrol y motivación interna: la capacidad de dirigir nuestra energía hacia metas personales sin que las emociones negativas nos bloqueen. Una persona con esta esfera desarrollada se siente más segura de sí misma, más estable emocionalmente y más consciente de su propio valor.

2. Esfera interpersonal: la conexión con los demás

Las emociones no ocurren en el vacío. Gran parte de lo que sentimos se activa en contacto con otras personas. La esfera interpersonal se centra en esta dimensión: la empatía, la asertividad, la cooperación y la capacidad de mantener relaciones positivas y saludables.

Aquí la clave está en reconocer y respetar las emociones ajenas, saber escuchar de forma activa y mostrarse disponible. La empatía, pilar fundamental de esta esfera, permite ponerse en los zapatos del otro sin perder el propio equilibrio.

Por ejemplo, un líder que comprende la frustración de su equipo en un proyecto complicado puede ajustar expectativas, dar apoyo y generar confianza. En cambio, una carencia en esta esfera puede dar lugar a conflictos, malentendidos o relaciones tóxicas.

3. Esfera del bienestar: encontrar equilibrio y satisfacción

La tercera esfera se centra en la relación entre emociones y bienestar personal. No se trata solo de sentir emociones agradables, sino de aprender a equilibrar las diferentes experiencias emocionales y mantener una actitud resiliente.

En esta esfera intervienen aspectos como la gestión del estrés, la capacidad de disfrutar el presente y el cultivo de emociones positivas como la gratitud, la serenidad y el optimismo.

Por ejemplo, alguien con esta esfera fortalecida es capaz de afrontar una situación difícil, como un fracaso profesional, sin derrumbarse por completo, encontrando aprendizajes en la experiencia. Se trata de cuidar el mundo emocional para que la vida sea más plena y satisfactoria.

4. Esfera del desempeño: emociones al servicio de nuestras metas

La cuarta esfera está relacionada con cómo utilizamos las emociones en contextos de rendimiento y productividad, ya sea en el trabajo, los estudios o cualquier actividad orientada a resultados.

Aquí entran en juego competencias como la automotivación, la perseverancia, la tolerancia a la frustración y la capacidad de mantener el enfoque incluso en momentos de presión.

Una persona con esta esfera desarrollada sabe transformar la ansiedad en energía para prepararse mejor, o la ilusión en motor para alcanzar un objetivo ambicioso. En cambio, alguien que no gestiona bien esta dimensión puede rendirse fácilmente, bloquearse ante los errores o sentirse constantemente desbordado.

En palabras simples, la esfera del desempeño nos enseña a usar nuestras emociones como combustible, no como freno.

5. Esfera de la creatividad: abrirse a lo nuevo

Finalmente, la quinta esfera es la creatividad emocional, la capacidad de usar lo que sentimos como fuente de innovación, flexibilidad mental y apertura a nuevas posibilidades.

Esta esfera no se limita al arte o la invención, sino que tiene que ver con resolver problemas de manera diferente, generar ideas nuevas y encontrar caminos alternativos. La creatividad emocional implica atreverse a experimentar, salir de lo rutinario y transformar incluso las emociones difíciles en oportunidades de cambio.

Por ejemplo, una persona que siente miedo ante un cambio laboral puede transformar esa emoción en impulso para reinventarse, adquirir nuevas habilidades o incluso dar un giro a su carrera profesional.

¿Por qué son importantes estas cinco esferas?

Las esferas de Solovey nos ofrecen una visión integral: las emociones no son solo reacciones momentáneas, sino estructuras que influyen en todas las áreas de la vida.

  • La intrapersonal nos ayuda a conocernos.
  • La interpersonal fortalece nuestras relaciones.
  • La del bienestar nos permite mantener equilibrio.
  • La del desempeño impulsa nuestra productividad.
  • Y la de la creatividad abre nuevas oportunidades.

Cuando estas cinco dimensiones se desarrollan de forma equilibrada, construimos una inteligencia emocional sólida, lo que repercute en un mayor bienestar, mejores relaciones y mayor capacidad para afrontar retos.

Terminando….

Las emociones son una brújula: nos guían, nos alertan, nos conectan. Pero solo si aprendemos a interpretarlas y gestionarlas en todas sus esferas podremos vivir de forma más consciente, plena y auténtica.

El modelo de las cinco esferas de las emociones de Solovey es una invitación a hacer este viaje de autoconocimiento y crecimiento. Nos recuerda que no basta con sentir: hay que entender, regular y transformar esas emociones en energía positiva para nuestra vida personal, social y profesional.

Al final, cultivar estas cinco esferas es como entrenar un músculo invisible que nos permite no solo sobrevivir, sino también florecer.

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